Numerosos escritores sufrieron una vida trágica porque nunca fueron publicados, porque se vieron obligados a hacer concesiones o por sentirse totalmente incomprendidos a pesar de una generosa difusión de su material. He aquí [aquí, aquí a la izquierda, en la foto] un genial autor cuya tragedia se debe a exactamente todo lo contrario: un éxito bestial. Sus obras fueron publicadas y republicadas en todos los colores y formatos, pudo escribir sobre lo que le salía del zapato e incluso el mundo entero comprendió de inmediato la dimensión de su mensaje [aunque no todos estaban de acuerdo con sus dejes de moralina, claro]. Si me permitís la digresión [sólo para entrar en calor] H. G. Wells me recuerda al terrible éxito de Einstein en sus predicciones sobre las propiedades cuanto-ondulatorias de la materia-energía que condujeron a ese mundo tan caótico que hoy conocemos como física cuántica y de la que el genio
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renegó hasta su muerte diciendo "¡Dios no juega a los dados!". Sin embargo, fue él mismo quien sacó el tema a la luz y demostró [al menos en apariencia, porque aún hoy se tiran de los pelos con el tema] lo contrario. Cuando llegas a este punto en tu vida, ¿a qué parte de ti le haces más caso?
Como fantástico novelista, divulgador científico y socialista utópico, H. G. Wells [neé Herbert George, en Kent en 1866] se debatió incansablemente entre su esperanza por un mundo mejor y el terror que la humanidad le inspiraba en cada uno de sus actos. No hacía falta ser Einstein para ver que la industria de la guerra estaba llegando a su primer gran apogeo, y Wells no sólo lo denunció desde su temor, si no que sin quererlo, fomentó su desarrollo aportando desde la ficción ideas fantásticas para llevar a la práctica. Como bien decía Oscar Wilde, es la realidad la que imita al arte, ay, qué se le va hacer. Refirámonos brevemente al poder visionario de una mente genial y retorcida. Varios de sus escritos han previsto la invención de los tanques, los bombardeos aéreos, la guerra nuclear y biológica, las armas al estilo láser y los robots industriales. Es obvio que la mayoría de sus predicciones versaban sobre tecnologías destructivas y de hecho, vivió para experimentar los inicios de la era atómica en Hiroshima y Nagasaki. La gente parecía tomarle más en serio como un nuevo Nostradamus que como una mente brillante que sólo quería denunciar nuestra estupidez como especie. No es casualidad que uno de sus primeros éxitos se llamara Anticipations [1901]. En esta obra aseveró -entre varias otras cosas- que trenes y coches resultarían en la dispersión de la población de las ciudades hacia los suburbios. También se encuentra aquí una de sus pifias más simpáticas: "Mi imaginación se rehúsa a ver cualquier tipo de submarino haciendo nada más que sofocando a su tripulación y hundiéndose en el mar". En fin... Ahora bien, su obra no va realmente de predicciones sino del "hecho de predecir". Como él mismo comentó en una charla en 1902 a la Royal Institution: "Es nuestra ignorancia del futuro y nuestra persuasión de que esta ignorancia es incurable, lo único que ha dado al pasado su enorme predominancia en nuestros pensamientos." Por eso creía que era posible, a través del uso de lo que primero se llamó "historia inductiva " y luego "Ecología humana", estimar las posibilidades del futuro e instar a la gente para que haga un uso sensato de esas posibilidades. El problema es que, en el proceso, instó a unos cuantos para que continuaran ideando nuevas aplicaciones a los desarrollos científicos y tecnológicos. Ninguna de ellas con muy buenas intenciones que digamos. Y si no me creéis, oíd esto, os helará la sangre: En The World set Free [El mundo liberado, 1914], nuestro amigo se inspiró en los descubrimientos científicos de su época sobre el deterioro del elemento Radio y la liberación de energía que éste provoca durante miles de años. Por supuesto que este ritmo es demasiado lento para cualquier tipo de uso práctico, pero la cantidad total de energía liberada ¡es enorme! Es así cómo en su novela, Wells nos propone un invento [sin dar muchas especificaciones, propio de su estilo] que acelera el proceso de decaimiento radioactivo produciendo bombas que explotan con la fuerza de un explosivo ordinario, ¡pero que continúa explotando durante días seguidos! El mismísimo Leó Szilard reconoció que World set Free, lejos de parecerle un disparate, ¡le ha inspirado para su descubrimiento de la reacción atómica en cadena! "¡Dios no juega a los dados!" En fin, otro tiro que le ha salido por la culata en su desesperado amor por la humanidad. Dejemos el aspecto visionario para entrar en la apetitosa dimensión religioso-ética de nuestro autor [sí, ya sé que para algunos esto también es visionario, pero bue], sobre todo teniendo en cuenta la inminente proyección de War of the worlds en nuestro ciclo. En sus algo-escasos estudios, Wells se vio influenciado por el maestro T. H. Huxley, quien no era un creyente ciego de la selección natural darwiniana. En una famosa clase que dictó en Oxford sobre "Evolución y ética", Huxley dijo: "El progreso social significa una revisión del proceso cósmico a cada paso y su sustitución por otro proceso, que puede ser llamado "proceso ético", cuya finalidad no es la supervivencia del más apto... sino la de los que son éticamente mejores". Quiénes son éticamente mejores o técnicamente más aptos para la supervivencia [un tema central en la ciencia ficción] es algo que debió impactar fuertemente a Wells, y sin lugar a dudas se ha debatido sobre este tema sin llegar a resolverlo en varias de sus obras. En su madaptación de War of the worlds, trasladando la escena a un Estados Unidos con la guerra fría expandiéndose por el aire como un virus, Haskin agrega dimensiones éticas ajenas a Wells para demostrar la supremacía de los valores americanos [católicos, liberales y de amor libre] por encima de los del invasor. Pero ya roeremos este suculento hueso en el lugar que corresponda [a los interesados, ¡venir a ver la peli el jueves 14 donde debatiremos el tema. Por cierto, encontraréis grandes pistas en los textos referentes al film si presionáis aquí. Lo que mantiene siempre en vigencia a los grandes clásicos de Wells es, en gran medida, la universalidad de sus temas y la forma especulativa de jugar con los miedos básicos de nuestra especie. El lo sabía muy bien: la especulación mantiene con vida cualquier historia, por más frágil que sea en su exposición científica o su imposibilidad. Permite seducir al lector para que haga concesiones irracionales y se abandone a la narrativa. En conclusión, Wells fue el primer futurologista, el hombre que inventó el mañana, y tal vez, el primer "psicohistoriador". En 1936, a los 71 años, propuso a la Royal Institution la creación de un "banco de conocimiento mundial, un cerebro mundial: nada menos". Solicitó a los científicos que confeccionaran una enciclopedia universal, un repositorio para la mente y el conocimiento de la especie. No queda duda de que la visión de Hari Seldon para su Encyclopedia Galactica está íntimamente relacionada con esta idea. Sin embargo, que yo sepa, Isaac Asimov jamás mencionó a Wells como fuente de inspiración para su serie Foundation. Otra vez, las oscuras maneras de la madaptación realmente nos hace pensar que Dios sí juega a los dados. Salud. |
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