JUEVES 12 DE MAYO | |
“El asesinato no es ningún misterio. El misterio está en el móvil”. Holcomb [Kansas], 1959. El hallazgo de los cadáveres de la familia Clutter [un agricultor, su esposa y sus dos hijos] siembra el terror y la paranoia en todo el país. ¿Quiénes son los asesinos? Y más incomprensible aún, ¿por qué lo han hecho? Basado en la fantástica novela de Truman Capote, Richard Brooks logró lo imposible en su búsqueda por la mayor veracidad en la reconstrucción de los hechos sin olvidar la magia de los recursos cinematográficos. Así como Capote había invertido seis años de su vida entrevistando a personajes relacionados con el caso y entablando amistad con los asesinos Dick y Perry mientras esperaban su ejecución, Richard Brooks rodó su madaptación en la auténtica granja de los Clutter, en la auténtica tienda donde éstos compraron la soga para atar a sus | |
víctimas e incluso, en la auténtica sala de juicios donde seis de los jurados que aparecen son auténticos jurados del caso. ¿Os extrañaría saber que el verdugo es el auténtico verdugo de Perry Smith y Dick Hitckock? Hiela la sangre.
Pero el mayor mérito de su propuesta es, sin dudas, la reconstrucción de la atmósfera capoteana donde ficción y realidad juegan a brindar datos objetivos narrados con frialdad periodística, pero “montados” expresivamente en bloques paralelos, permitiendo un abrumador seguimiento sincrónico de la totalidad [lo más sincrónico que se puede en el arte lineal de la narrativa]. Otro logro es el delicado trabajo de dirección de actores con dos novatos que han dado mucho que hablar: Richard Blake y Scott Wilson. La cámara voraz del presente no les da un segundo de respiro mientras el montaje fragmentario ofrece flashbacks de su trágico pasado [e incluso, sueños alucinatorios] y los avances en la investigación policial que les va cercando tramo a tramo. El conjunto logra una identificación alienante que hace latir esa fuerza oculta en nuestro interior a la que Allan Poe llamó “el placer de la perversión”. Nada de cámara al hombro para simular el efecto atrapado-en-el-acto con el que nos saturan las películas actuales. Brooks y su genial fotógrafo Conrad Hall trabajan con cámara prácticamente fija y en grandes angulares, fotografía blanco y negro contrastada y granulada en los límites de la oscuridad y una “objetividad” pasmosa que potencia la sordidez del crimen [algo similar a lo que Michael Haneke hace en sus pelis actualmente]. Si bien no quedan dudas de que Capote termina expresando su afinidad por los asesinos al demostrar que ejecutarles sólo suma dos cadáveres al caso, la posición de Brooks es más difícil de determinar. Por un lado, no desarrolla los personajes de los Clutter tan exhaustivamente como la novela [lo que les aleja de nosotros], pero por otro, tampoco castiga a los culpables haciendo “gore” su narrativa [aunque tenía material de sobra para ello]. Se limita a “limpiar” a los Clutter fuera de plano, sugiriendo el horror a través de una banda sonora formidable por su crudeza. Por cierto, cabe destacar el contrapunto que propone la música original de Quincey Jones, con disonancias metálicas que exasperan y nos sensibilizan muchísimo más que las imágenes. Brooks logra narrarnos de principio a fin un caso conmovedor sin el menor vestigio de patetismo, ni siquiera en la escena final, que Capote había culminado con la simple frase: “Habían matado a sangre fría, y a sangre fría serían castigados. El 14 de abril de 1965 fueron colgados”. Una madaptación magistral de este clásico que ha inventado un nuevo género literario: la Novela Periodística [non-fiction novel]. Ficha técnica Dirección: Richard Brooks Guión: Richard Brooks Producción: Richard Brooks Dirección de Fotografía: Conrad L. Hall Montaje: Peter Zinner Dirección de arte: Robert F. Boyle Música: Quincy Jones Cast: Robert Blake | Scott Wilson | John Forsythe | Paul Stewart | Gerald S. O'Loughlin | Jeff Corey In cold Blood (zip español) |
JUEVES 26 DE MAYO | |
La mejor madaptación de la historia llega por fin a nuestra pantalla. ¿Por qué digo “la mejor”? Porque Naked Lunch no se limita a traducir en narrativa audiovisual la novela de William Burroughs, sino que la deconstruye y resignifica al ponerla en relación con otras obras del autor, con su difícil vida, con sus percepciones durante estados alterados de conciencia y a la vez, con la impresión que todas éstas causaron en David Cronenberg como artista y ser humano. Con lo cual, el film se transforma en un auténtico estudio sobre Burroughs; no se centra en la droga y la homosexualidad [los dos temas claves del escritor, pero que a Cronenberg mucho no le van], sino más bien en el proceso creativo. Cronenberg elige hablar de la relación entre el autor y su obra, de los distintos niveles de realidad que desvelan el camino a la poética oculta tras la cotidianeidad y de las “ayuditas” que algunos se chutan para experimentar con ellos.
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Estructuralmente, la peli es una peli. Quiero decir, Cronenberg ha dotado a la obra de un argumento [que el original no tenía] y una continuidad en los personajes y la narrativa a través de seis líneas de acción [que el original tampoco tenía]. Los juegos de espionaje y recontraespionaje cada vez más absurdos, no son más que excusas para hilar eventos dispersos que a Cronenberg le apetecía contar. El objetivo es que, al igual que los yonquis, nosotros-espectadores atravesemos el límite entre ficción y realidad y aceptemos la subyacente relación entre ambos como generadora de una poética avasallante que revuelve el estómago por su crudeza y desnudez. Es aquí donde Cronenberg se siente como en casa; ya nos lo ha demostrado con sus alucinaciones Videodrome, Existenz o Spider. Pero a diferencia de estas otras pelis, no son los medios de comunicación masivos los que expanden el virus del control sobre la humanidad, sino que la alucinación personal de la droga transforma cualquier objeto al alcance [desde una máquina de escribir hasta una cucaracha] en un posible intermediario de la supra-conspiración.
Veamos brevemente los elementos de ficción-realidad que trabajó aquí: el personaje de Bill Lee [pseudónimo que usó Burroughs para su primera novela] es exterminador de profesión [como lo fue Burroughs en un momento] y amigo de un par de escritores modelados a imagen y semejanza de Kerouac y Ginsberg; Lee mata a su esposa [como Burroughs lo hizo con la suya durante una rutina no ensayada de Guillermo Tell] y huye a “Interzone” [un estado mental que nace de la “International Zone” en Tánger donde Burroughs se refugió tras el “accidente”]; incluso “Kiki” es el nombre de un jovencillo con el que tuvo un affaire mientras escribía su novela... Un consejo para los que ven la peli por primera vez: no desesperéis si la trama se os escapa; también se le escapa a Bill Lee y ¡él está en medio de ella! Permitios disfrutar de las situaciones y personajes como disfrutaríais de los movimientos en una composición musical. Por cierto, la banda original de Howard Shore y Ornette Coleman no tienen el más mínimo desperdicio y ayudan a crear una atmósfera sórdida y amorfa fusionando el jazz con elementos árabes. Para los amantes del Trivia: La ocupación Iraquí de Kuwait obligó a filmar la peli en Toronto. El desierto de Tánger se recreó arrojando 700 toneladas de arena en una vieja fábrica de municiones. Por el asesinato de su esposa en México, Burroughs fue condenado a trece días de cárcel y una multa de $2,312. Ficha técnica Dirección: David Cronenberg Guión: David Cronenberg Producción: Jeremy Thomas Dirección de Fotografía: Peter Suschitzky Montaje: Ronald Sanders Dirección artística : James McAteer Música: Howard Shore Cast: Peter Weller | Judy Davis | Ian Holm | Julian Sands | Roy Scheider | Monique Mercure | Nicholas Campbell | Michael Zelniker | Robert A. Silverman | John Friesen | Joseph Scorsiani Naked Lunch (zip english) |
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